El Mito de Luzbel

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CESAR
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El Mito de Luzbel

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EL MITO DE LUZBEL.

Primera Parte

¿Pecamos antes de venir al mundo?

“05-114.36 Podéis dudar de todo lo que os digo, más en verdad aquel valle fue vuestra morada cuando erais espíritu. Fuisteis moradores de aquella mansión en la cual no conocisteis el dolor, en la que sentíais la gloria del Padre en vuestro ser, porque no había mancha en él; mas no teníais méritos, era menester que dejarais aquel cielo y descendierais al mundo para que vuestro espíritu, mediante su esfuerzo, conquistara aquel reino.”

Esta enseñanza desvirtúa el mito de que el espíritu encarnó con el pecado a cuestas, pues claramente se nos dice que, antes de venir al mundo, nuestro espíritu sentía la gloria del Padre porque no había mancha en él, lo que explica que tampoco conociera el dolor, pues no tenía falta alguna que purificar, tal como se infiere de esta Enseñanza cuando dice: “Fuisteis moradores de aquella mansión en la cual no conocisteis el dolor, en la que sentíais la gloria del Padre en vuestro ser, porque no había mancha en él.” También se nos explica que fuimos enviados al mundo material porque en nuestra inocencia carecíamos de méritos para poseer el reino de Dios, el cual solo se conquista mediante la lucha y el esfuerzo, pues textualmente dice: “mas no teníais méritos, era menester que dejarais aquel cielo y descendierais al mundo para que vuestro espíritu, mediante su esfuerzo, conquistara aquel reino.”

“4-104-27. Yo os envié limpios a la Tierra y así retornaréis a Mí, ¡Cuanto tendréis que luchar para recobrar la pureza de que fuisteis dotados!

“Yo os envié limpios a la Tierra y así retornaréis a Mí”, dice la primera parte de esta Enseñanza, lo que confirma que el espíritu encarnó puro y sin mancha alguna, y continúa: “¡Cuanto tendréis que luchar para recobrar la pureza de que fuisteis dotados!”, lo que implica que fue aquí, en el universo material, en dónde el espíritu cometió pecado por primera ocasión, pues el Padre reclama la pureza original con la que nos envió al mundo y por ello nos insta a retornar a Él limpios, tal como llegamos a la Tierra en un principio.

274-53.- “En verdad os digo, que antes que los mundos fuesen hechos y antes de que el hombre apareciese en la Tierra, ya existía vuestro espíritu. Fueron para él épocas de inocencia, toda una vida en aquellas mansiones de preparación, tiempos en que el espíritu fue instruido para habitar la Tierra, encarnándose en el hombre.”

Nótese como en ninguna parte se menciona que el espíritu hubiese pecado antes de venir al mundo, no; el párrafo en cuestión dice que antes de que los mundos fuesen hechos, el espíritu vivió “épocas de inocencia” en las que fue instruido para encarnarse en el hombre. Esto confirma que el espíritu encarnó sin mancha de pecado, pues la Doctrina revela que antes de la creación del Universo, vivimos épocas de pureza y de preparación para la lucha que nos aguardaba en el mundo material.

También es conveniente recalcar que, de acuerdo con esta Enseñanza, “los tiempos de preparación” en los que el espíritu fue instruido para encarnarse en el hombre, comenzaron desde “antes que los mundos fuesen hechos”, lo que significa que, desde sus inicios, nuestro espíritu estaba destinado a encarnar puro, tal como brotó del Padre, dado que antes de la Creación material vivimos “épocas de inocencia”, lo cual se corresponde con la Enseñanza 5-114-36 que dice: “Fuisteis moradores de aquella mansión en la cual no conocisteis el dolor, en la que sentíais la gloria del Padre en vuestro ser, porque no había mancha en él”, lo que significa que el espíritu no cometió pecado antes de encarnar. Estas Enseñanzas desvirtúan el mito de “Luzbel y los “ángeles caídos”, de acuerdo al cual, la Creación material habría sido un evento accidental, consecuencia de un pecado cometido por los espíritus en el Más Allá.

Por lo demás, en el LVV no existe ninguna Enseñanza que revele que lo que motivó al Padre a concebir el Universo material y enviarnos a encarnar en este mundo, fue la comisión de un pecado, eso sería una contradicción, pues la Doctrina enseña que no existen lugares creados por nuestro Señor para expiar faltas a su Ley:

“2-36-52. Tampoco existen lugares creados por Mi expresamente para la expiación de las faltas cometidas por mis hijos.”

¿Acaso no es posible expiar y restituir faltas en el mundo espiritual? Por supuesto que sí, la misma Doctrina nos enseña que el espíritu puede expiar y purificar sus faltas en el Más Allá. Esto desmiente la creencia de que la Creación y nuestra presencia en este plano se deben a un pecado, pues el Padre no concibió el Universo material como un lugar destinado a la expiación de nuestras faltas, sino como un lugar para cosechar méritos y para la evolución de sus hijos, tal como lo enseña el párrafo 05-114.36 cuando dice: “no teníais méritos, era menester que dejarais aquel cielo y descendierais al mundo para que vuestro espíritu, mediante su esfuerzo, conquistara aquel reino.”

Dicho en otras palabras, el Reino de Dios no es gratuito ni se otorga por gracia Divina, se conquista por el esfuerzo y los méritos cosechados en las pruebas que la vida nos ofrece, pues ya lo dice el Padre: “Sin pruebas, no habrá méritos, sin méritos, no podrá haber galardón” [06-149.79].

“8-220-70. Yo soy como un sol, vosotros sois como una chispa de él. Fuisteis creados pequeños para que crecieseis por vuestros méritos desarrollando vuestros dones. Fuisteis puros en un principio, pureza que más tarde manchasteis en las pruebas y en el pecado, porque fuisteis puestos en un camino donde os levantaseis por el esfuerzo de vuestra voluntad, para que en él hicierais méritos y levantaseis cosecha. ¿Qué esfuerzo hubierais hecho por elevaros, si siempre hubieseis habitado en las alturas? ¿Qué anhelo de desarrollaros podría haber en vosotros, si desde el principio hubieseis sido grandes? ¿De qué méritos podría haberos Yo recompensado, si siempre hubieseis sido perfectos? Pero llegasteis a la Tierra y en ella encontrasteis el sentimiento opuesto a la perfección, al bien. Encontrasteis la tentación que induce al mal, la debilidad de la carne, las acechanzas del mundo. Allí comenzó la lucha del espíritu dentro de la envoltura cuya naturaleza era diferente a la suya. El espíritu, desorientado en un principio por el mundo y la Naturaleza de que se veía rodeado, cayó en el letargo, dejando que la materia creciese y obrase de acuerdo con sus condiciones terrenales, con sus pasiones materiales.”

Este párrafo confirma la narrativa de las Enseñanzas anteriores, pues explica que en principio fuimos creados pequeños y puros para que por mérito propio fuéramos creciendo y desarrollando nuestros dones; pureza que más tarde mancillamos en “las pruebas y el pecado”. Ahora bien, ¿en dónde comenzaron y cuáles fueron las pruebas que llevaron al espíritu a pecar? El mismo párrafo nos lo revela: “…llegasteis a la Tierra y en ella encontrasteis el sentimiento opuesto a la perfección, al bien. Encontrasteis la tentación que induce al mal, la debilidad de la carne, las acechanzas del mundo. Allí comenzó la lucha del espíritu dentro de la envoltura cuya naturaleza era diferente a la suya”. Doble abstracción: el libre albedrío y las tendencias de la materia son las pruebas a las que fue sometido el espíritu de la humanidad, por eso el Padre nos cuestiona, “¿Qué mérito tendría vuestro espíritu, si actuara dentro de un cuerpo sin voluntad y sin inclinaciones propias? La lucha del espíritu con su envoltura es de potencia a potencia… (E. 2-53-9)

Por otra parte, debe considerarse que en estas Enseñanzas no existe reclamo o relato algunos que indiquen que las pruebas y el pecado comenzaron en el Más Allá; por el contrario, el Padre pregunta: ¿Qué esfuerzo hubierais hecho por elevaros, si siempre hubieseis habitado en las alturas? ¿Qué anhelo de desarrollaros podría haber en vosotros, si desde el principio hubieseis sido grandes? ¿De qué méritos podría haberos Yo recompensado, si siempre hubieseis sido perfectos? Pero llegasteis a la Tierra…” lo que significa que aquél estado de pureza y bienestar que tuvimos en nuestros inicios por virtud de la inocencia, duró hasta que venimos a encarnar en el ser humano, cuyas inclinaciones pusieron a prueba la virtud y el libre albedrío del espíritu, tal como lo indica la Enseñanza a estudio: “El espíritu, desorientado en un principio por el mundo y la Naturaleza de que se veía rodeado, cayó en el letargo, dejando que la materia creciese y obrase de acuerdo con sus condiciones terrenales, con sus pasiones materiales”.

Ahora bien, “¿Qué esfuerzo hubierais hecho por elevaros, si siempre hubieseis habitado en las alturas?” cuestiona el Creador. La pregunta tiene una doble implicación; la primera es que habitando en las alturas, es decir, en aquella mansión de luz en la que nacimos, el espíritu fue puro e inocente porque no estuvo sujeto a pruebas, razón por la que tampoco precisaba de ningún esfuerzo para mantenerse en la virtud; la otra implicación es que Dios concibió la Creación como un lugar para la evolución y perfeccionamiento de sus hijos, para que a través del propio esfuerzo, fuesen desarrollando sus dones, adquiriendo experiencia y elevación, lo cual echa por tierra el mito de “Luzbel” y la teoría de que el Universo fue creado a partir de un pecado cometido en el Más Allá, pues el Padre nos explica que, habitando en las alturas, es decir, en un ambiente todo amor, ajeno a cualquier otra influencia, no hubiésemos hecho ningún esfuerzo para crecer y desarrollar nuestros dones.

“11-328-19. Entre vosotros están los discípulos que a sí mismos se preguntan: "¿Porque sí nuestro espíritu brotó de un Padre todo amor, toda pureza y perfección, no ha podido mantenerse, ni perseverar en el bien y en la virtud?" El Maestro os contesta: Yo envíe a vuestro espíritu a la Tierra, dotado de todos los atributos que hay en el Padre, y lo formé como hijo semejante a su Creador; le fue confiada una materia para su tránsito sobre la tierra y esa materia fue el principio de pruebas y de lucha para el espíritu, porque la carne es débil; así tenía que ser, frágil, para probar la fortaleza del espíritu.”

“11-328-20. La virtud se manifiesta solamente en la prueba. La luz brilla más en las tinieblas, la luz no brilla en la luz y así, era menester que vuestro espíritu fuese probado y acrisolado, porque vuestro espíritu tiene principio y en su inocencia careció de méritos, careció de experiencia, de desarrollo y de perfección, y a él le fue confiada una baja escala para poder ascender a otra más elevada y así por los siete peldaños de la escala de perfección, hasta llegar como espíritu perfecto y puro a la presencia del Padre, lleno de luz, evolucionado mediante el desarrollo de todos sus dones, perfeccionado en todas sus potencias, colmado de méritos en la lucha, pleno de conocimiento de sí mismo, de su Padre y de la vida, consciente de dónde había brotado, para que había sido creado y a dónde había retornado.”


Nótese como la secuencia de eventos que encontramos en estos párrafos, desde la creación de los espíritus hasta la aparición del pecado, es la misma que observamos en las Enseñanzas anteriores, es decir:

Primero: el espíritu brotó de un Padre todo amor.

Segundo: el espíritu fue puro e inocente en un principio, a la vez que careció de “méritos, experiencia y perfección”.

Tercero: En esas circunstancias, “era menester que el espíritu fuese probado y acrisolado” para que por propio mérito y esfuerzo evolucionara y desarrollara sus dones, pues “La virtud se manifiesta solamente en la prueba.”

Cuarto: A dichos fines, el Padre envío al espíritu a encarnar y le confió una materia, la cual –dice la Enseñanza- “fue el principio de pruebas y de lucha”, necesarias para su perfeccionamiento, evolución y desarrollo.

Quinto: La debilidad del espíritu ante las pruebas que la materia le ofrece, es la razón por la que “no ha podido mantenerse ni perseverar en el bien y en la virtud”, es decir, lo que lo llevó a pecar.

Vale destacar que en esta sucesión de eventos tampoco encontramos indicio alguno que nos lleve a suponer que el espíritu pecó antes de venir al mundo, por el contrario, el relato resulta consistente con las Enseñanzas anteriores, pues en este se reitera que el espíritu fue puro y virtuoso antes de encarnar, tal como lo indica la Enseñanza: “La virtud se manifiesta solamente en la prueba. La luz brilla más en las tinieblas, la luz no brilla en la luz y así, era menester que vuestro espíritu fuese probado y acrisolado”, lo que significa que la virtud primigenia del espíritu carecía de méritos ante Dios, porque la pureza que lo engalanaba no la había labrado por su propio esfuerzo, sino que le fue concedida por gracia Divina al brotar del Padre, de ahí la necesidad de someterle a prueba para evolución y perfeccionamiento de sus dones, pues como lo dicen unos proverbios: “nadie sabe de lo que es capaz hasta que lo intenta” y “nunca sabes lo fuerte que eres, hasta que ser fuerte, es tu única opción” (08-232.28) , y así, era menester que el espíritu puro e inocente en sus inicios, comenzara a descubrir y desarrollar por sí mismo los dones, facultades y potencias que le fueron entregados por el Padre desde el momento mismo de su nacimiento, a través de las pruebas que la vida material le ofrecería, y de las que solo se puede salir avante, por medio de la fe y esgrimiendo las armas de la espiritualidad, por eso la Enseñanza que nos ocupa dice: “Vuestro espíritu tuvo un principio y en su inocencia careció de méritos, careció de experiencia, de desarrollo y de perfección”; y como lo dice el Padre: “En el camino que se ha marcado a vosotros no hay pruebas que sean inútiles. Todas tienen un fin, que es el de perfeccionar a vuestro espíritu.” (6-148-58).


2-35-48. Escuchad discípulos: Antes de que surgiereis a la vida, Yo ya existía y en mi Espíritu estaba latente el vuestro. Mas no quise que heredaseis mi Reino sin haber hecho méritos; no quise que poseyeseis lo existente sin saber quién os había creado, ni quise que os marchaseis sin rumbo, sin destino y sin ideal.

Éste párrafo, por demás interesante refiere que, aún antes de surgir a la vida espiritual, ya estábamos predestinados a abandonar la casa paterna para ganarnos el derecho a heredar el Reino de Dios por medio de los méritos. En efecto, la primera parte de esta Enseñanza dice: “Antes de que surgiereis a la vida, Yo ya existía y en mi Espíritu estaba latente el vuestro. Mas no quise que heredaseis mi Reino sin haber hecho méritos”, y a continuación dice: “no quise que poseyeseis lo existente sin saber quién os había creado”, lo que significa que, para poseer el Reino de Dios (lo existente), primero tendríamos que conocer al Padre, y para conocerle, se precisa evolución, experiencia y desarrollo espiritual, tal como lo indica la Doctrina: “Si al principio de vuestra evolución espiritual me hubiese mostrado a vuestro espíritu en toda mi grandeza, ¿Que habríais visto, sentido o comprendido? Nada; al sentiros cerca de Mí, hubieseis percibido un vacío infinito, o al querer concebir la profunda verdad, hubieseis encontrado impotente a vuestra razón y débil a vuestro espíritu. Hoy vengo a descorrer otro poco el velo de mi arcano, para que conozcáis algo de vuestro Dios (5-129-5).

Este conocimiento desvirtúa el mito de la supuesta rebelión orquestada contra Dios por algunos espíritus deseosos de “arrebatarle” su Reino, pues si antes de venir al mundo fuimos incapaces de mirar, sentir o comprender al Padre, mucho menos habríamos sido capaces de “usurpar” Su Reino, ya que solo puede ambicionarse lo que se conoce, lo cual no ocurrió, de la misma forma que una rebelión solo puede concebirse contra alguien conocido, lo que tampoco fue así.

Estas Enseñanzas también evidencian la falsedad de la supuesta “Explicación 50 del Mundo Espiritual de Luz”, en la que, entre otras cosas, se dice:

“7. Mas este ángel, viendo su propia hermosura, dejó que se infiltrara en él el orgullo acompañado de la soberbia, y ya no quiso ser menos que Dios; anheló un Universo que regir, donde ser poderoso y ser el rey.”

Por principio, debe saberse que el orgullo y la soberbia son tendencias originarias de la carne, no del espíritu (02-039.31), pero de esto me ocuparé en otra ocasión. El punto que quiero destacar aquí es que, a la Luz del Tercer Testamento, el relato de que hubo una legión de espíritus que no se conformaron con ser menos que Dios resulta inverosímil, pues no se puede pretender ser más grande que alguien a quien ni siquiera somos capaces de concebir, lo que contrasta con el relato de la supuesta “Explicación 50” en la que literalmente se nos da a entender que antes de encarnar conocíamos plenamente a nuestro Creador, dado que nos la vivíamos “circundándolo”, cual cortesanos a un soberano, pues literalmente dice: “antes de que comenzaran los tiempos, hermanos míos: nuestro Padre, en el más allá, estaba circundado por los arcángeles,” creencia que se confirma más adelante en esa misma “explicación” cuando menciona:

“32. “… los primeros hombres escuchaban y contemplaban la faz del Señor.”

¿Cómo es que los hombres de antaño carentes de méritos y evolución pudiesen escuchar y “mirar la faz del Señor”, si el Libro de la Vida Verdadera nos explica que en nuestros inicios ni siquiera hubiéramos sido capaces de mirarle, sentirle o comprenderle?

Regresando al análisis del párrafo que nos ocupa, en su última parte dice: “ni quise que os marchaseis sin rumbo, sin destino y sin ideal” lo que confirma que, desde antes de surgir a la vida, ya estábamos destinados a dejar aquélla mansión paterna, no sin antes haber sido dotados de conciencia, la que nos serviría de guía para conocer nuestro destino y encontrar un ideal.

En definitiva, la cosmogonía que explica la creación del Universo a partir de un pecado cometido en el Más Allá, -entiéndase una supuesta “rebelión” orquestada por una legión de espíritus contra Dios- carece de fundamento en el Tercer Testamento, simplemente no hay razón para suponer que así ocurrió, a menos que nos estemos acerquemos a esta Doctrina con una idea ya formada, buscando cualquier punto de apoyo, por débil que sea, para especular vanamente y a riesgo de adulterar las Enseñanzas del Libro de la Vida Verdadera.

¿En dónde surgió el mal?

2-40-81 Sabed que el mal surgió del hombre, de sus flaquezas, y que a medida que fue creciendo en número la humanidad, así como sus imperfecciones y pecados, la fuerza o influencia del mal fue aumentando.

Este párrafo es contundente, EL MAL SURGIÓ DEL HOMBRE, es decir, en el mundo material, y a medida que fue creciendo la humanidad y sus pecados, esa fuerza fue aumentando; no existe contradicción alguna, a lo largo del Tercer Testamento se nos dice que constantemente que en nuestros inicios, antes de venir al mundo, nuestro espíritu fue puro e inocente y ya estaba destinado a dejar aquél “cielo” por un mundo de lucha en donde encontraría experiencia y ocasión para desarrollar sus dones para evolucionar; fue aquí en este plano en donde surgió el pecado, y por ende, la fuerza del mal, lo cual desvirtúa la creencia de que el espíritu encarnó habiendo pecado antes en el Valle Espiritual.

No podría cerrar este análisis sin referirme antes a la siguiente Enseñanza:

05-114.57 El pecado ha nacido en el mundo; los espíritus al brotar de Dios, unos permanecieron en el bien, mientras que otros al desviarse de ese camino, crearon uno distinto, el del mal.

Desafortunadamente este párrafo fue adulterado en las últimas ediciones del Libro de la Vida Verdadera, pues no todos los que se dicen espiritualistas estudian la Doctrina, solo profesan, no analizan, solo creen, y así, hay quienes piensan que el mito de “Luzbel” -forjado en el catolicismo-, es legado del Tercer Testamento. Nada más falso.


EL MITO DE LUZBEL

Segunda Parte

“Fortaleceos con mis enseñanzas y compartid de esta luz a la humanidad; decidle cual es el origen del mal, y cómo lo puede combatir esgrimiendo las armas del amor y la virtud.” (Tercer Testamento: 12-345.46)

I.- Introducción
En el capítulo anterior analizamos algunas de las muchas Enseñanzas del Tercer Testamento en las que se explica que el espíritu encarnó en sus inicios puro, inocente y libre de pecado, y que la fuerza del mal tuvo su origen en el universo material, en el instante en que el espíritu hecho hombre se dejó dominar por las tendencias de la carne.

No obstante las múltiples referencias que así lo confirman, hay quienes dentro del Espiritualismo Trinitario Mariano difunden la creencia de que los espíritus ya eran pecadores cuando encarnaron por primera vez, a consecuencia de una supuesta conspiración orquestada contra el Padre en el Más Allá, por la soberbia y vanidad de algunos, lo que habría motivado a nuestro Señor a crear el Universo Material para enviar ahí a los espíritus participes de tal sublevación.

Ante esos posicionamientos, surgen naturalmente las siguientes preguntas: ¿Cómo es posible a que partir de una misma Doctrina se llegue a conclusiones tan disímbolas y excluyentes entre sí?, ¿Será posible que en el Tercer Testamento exista semejante contradicción? ¿Han sido falseadas deliberadamente algunas Enseñanzas?

Para responder a tales cuestionamientos, en este capítulo analizaremos los párrafos que a menudo citan los partidarios de la supuesta conspiración celestial, para tratar de comprender si este disentimiento de opiniones se reduce a una cuestión de interpretación o si, por el contrario, existe una verdadera contradicción en el Libro de la Vida Verdadera sobre este asunto.

II.-Enseñanza 345-47

a).- Uno de los párrafos principales que suelen invocarse para respaldar la creencia de que el espíritu encarnó con el pecado a cuestas y que el origen del mal tuvo lugar en el Valle Espiritual, corresponde a la Enseñanza 12-345-47, que en lo conducente dice:

“12-345.47. Decidle que, cuando el hombre apareció sobre el haz de este mundo, ya existían las vibraciones del bien y del mal, y que desde el principio mi justicia sabia y amorosa ha permitido que, tantos espíritus fieles a la luz de la conciencia, como seres guiados por el don del libre albedrío, encarnen en este mundo, unos para restitución de la humanidad, otros para bendición de ella misma.”

Son las dos primeras líneas de este párrafo las que hacen suponer a algunos que, si cuando el hombre apareció sobre el haz de este mundo ya existan las vibraciones del mal, entonces eso significa que el pecado y el mal comenzaron en el valle espiritual.

Dicha conclusión obedece a una interpretación sesgada, principalmente porque no se analiza el párrafo en su contexto, sino de manera aislada.

Que la fuerza del mal exista desde antes que el hombre apareciere en este planeta, no implica necesariamente que el pecado haya surgido en el valle espiritual, a menos que se piense que este mundo es el más antiguo o el único poblado de todo el universo. En realidad, lo que el Tercer Testamento nos revela es mucho más profundo: las vibraciones del mal surgieron en el Universo material, en mundos más antiguos que el planeta Tierra, o al menos antes de que la humanidad apareciese en este orbe, y desde entonces, esas vibraciones están latentes en todo el cosmos como una fuerza sobrenatural que acude a los hombres según sus pensamientos, obras y palabras.

Anteriormente vimos que el Tercer Testamento explica que el mal surgió del hombre, y que a medida que fue creciendo en número la humanidad, esa fuerza fue aumentando (2-40-81); pues bien, siguiendo esa lógica, la Enseñanza 345 expone que el mal es una fuerza universal, cuya influencia se extiende a otros mundos.

¿Cómo entender esto?

Antes de analizar el contenido de la explicación 345, es conveniente tener en cuenta tres aspectos fundamentales del Tercer Testamento para comprender la trascendencia de esta revelación.

Primer Aspecto:

Punto de partida: “humanidad” no es únicamente aquélla que habita el planeta Tierra; “hombre” es toda criatura conformada por tres naturalezas: la material, la espiritual y la Divina, independientemente de su morfología, por lo tanto, nuestros hermanos que habitan otros mundos y en cuyo ser estén presentes las 3 naturalezas, también son hombres y, por ende, humanidad.

Que exista vida en otros mundos no es algo que deba sorprendernos, el Tercer Testamento nos revela de manera incipiente, pero a la vez contundente, la existencia de vida humana en otros planetas. Revisemos solo algunas de estas revelaciones:

“17-25. Cuán agradable a vuestra vanidad ha sido el creeros la imagen del Creador. Os creéis las criaturas más evolucionadas hechas por Dios y estáis en grave error al suponer que el Universo se hizo sólo para vosotros. ¡Con cuánta ignorancia os llamáis a vosotros mismos los reyes de la Creación!

292-3 […] Por ahora debe bastaros recordar que en el Segundo Tiempo os dije que: "En la casa del Padre hay muchas moradas" y que ahora, ratificando aquellas palabras, os digo que no sois los únicos habitantes en el Universo, ni vuestro planeta el único habitado.”

320-45. Entonces descubriréis que este no es el único mundo que lucha por su mejoramiento, sabréis que en todos los planetas evoluciona el espíritu, que en todos palpita y crece, cumpliendo su destino…

312-11. Más desde hoy sabed: todos los mundos se encuentran habitados por mis criaturas, nada está vacío, todos son jardines y huertos benditos cuidados por María, la ternura Divina.


Segundo Aspecto

Ahora bien, el segundo aspecto a considerar es que los mundos albergan espíritus con diferente nivel de evolución. Siendo así, debemos preguntarnos: ¿Somos los habitantes del planeta Tierra los seres más evolucionados de toda la Creación? La respuesta es no. Aunque sin develarnos por completo el lugar que ocupamos en la escala evolutiva, ni el sitio que tiene el planeta Tierra en el concierto Universal, el Padre nos aclara que no somos las criaturas más evolucionadas, ni nuestro mundo de aquéllos que han alcanzado mayor grado de espiritualidad:

217,65-66. Mientras las criaturas humanas discuten mi Divinidad, mi existencia y mi Doctrina, existen mundos en donde soy amado con perfección. En el mismo tiempo en que unos han alcanzado la máxima limpidez espiritual, vuestro planeta, moral y espiritualmente vive un tiempo de gran perversidad.

17-27. Los fines que todo ello encierra y que como hombres, aunque quisiereis, no podríais comprender, son grandes y perfectos como todos mis propósitos de Padre, más en verdad os digo, que no sois vosotros ni las más grandes ni las más pequeñas criaturas del Señor.”

211-28. No es este mundo el único que sabe de la huella de mi paso; doquiera que ha sido menester de un Redentor, allí ha sido mi presencia. Pero debo deciros que mientras en otras moradas mi cruz y mi cáliz me fueron apartados por la regeneración y el amor de vuestros hermanos, aquí, en este mundo, después de muchos siglos, aún me tenéis coronado de espinas, atormentado en la cruz de vuestras imperfecciones y bebiendo siempre el cáliz de hiel y vinagre.


Tercer Aspecto

Finalmente, el tercer aspecto a considerar es que nuestro mundo tampoco es el más antiguo de todo el Universo. El Tercer Testamento explica que desde los primeros tiempos de la humanidad, ha habido seres evolucionados que, antes de venir a la Tierra, fueron acrisolados en otros mundos a través de reencarnaciones sucesivas, asombrando a los hombres de este plano por la evolución, la virtud y el desarrollo de sus dones. Al respecto el

Tercer Testamento enseña:

“6-156-31.- En todos los tiempos, aun en los más remotos de la historia de la humanidad, habéis tenido ejemplos de hombres de espíritu elevado. ¿Cómo podríais explicaros que desde los primeros tiempos ya hubiese hombres de espíritu evolucionado, si antes no hubiesen pasado por reencarnaciones sucesivas que les ayudaron a elevarse?

2-345.47. […]
Se ha confundido la humanidad considerándolos como seres extraordinarios, que en el mismo tiempo en que otros seres evolucionan tan poco, ellos logran manifestarse con tanta potencia, con tanta luz, con tanto amor, sabiduría o virtud y es que esos espíritus no han venido a nacer o a empezar su evolución en la Tierra, es que son espíritus que se han acrisolado en otros mundos, en otros sitios desconocidos aún para vosotros…”


El hecho de que desde las primeras generaciones de esta humanidad, hayan existido seres evolucionados por reencarnaciones en otros mundos, necesariamente implica que esos “otros mundos” son más antiguos que la Tierra, dado que la evolución y las reencarnaciones de estos seres, tuvieron lugar antes de que éste planeta se poblara. Sobre este asunto, el Tercer Testamento dice:

“12-345.29. Si el científico no puede precisar la edad de este mundo ¿Cómo podría investigar el principio de la vida universal, si no se lo revelo Yo? …
Con esto solo se nos quiere dar a entender que el principio de la vida en el universo se remonta a tiempos y lugares desconocidos para el hombre, por eso el Padre nos advierte que, si el científico no puede precisar la edad de este mundo, mucho menos sería capaz de investigar un suceso de mayor antigüedad, o sea, el principio de la vida en el Universo.


También cabe preguntarnos si antes de haber venido morar la Tierra, fuimos habitantes de otros mundos. El Tercer Testamento deja abierta esta posibilidad:

6-156-32. ¿Quién de vosotros puede medir o conocer el tiempo que haya vivido en otras moradas antes de haber venido a morar la Tierra?

Tomando en consideramos estas tres premisas, analizamos ahora el contenido de la Enseñanza 345.

A).- Análisis de la Enseñanza 345:

El origen del mal: Contrario a lo que algunos pregonan, la Enseñanza 345 indica que la fuerza del mal surgió del espíritu del hombre, es decir, en el Universo material:

12-345.31. En el instante en que el espíritu despertó a la vida humana ante la voz de sus sentidos materiales, renunció a su vida espiritual y comenzó el crisol, la lucha, las necesidades, el dolor, las consecuencias de todos los pensamientos, palabras y acciones, y comenzó el desarrollo del espíritu y de las facultades humanas.

12-345.32. Sí, hijos míos, la consecuencia de todos los pensamientos, palabras y acciones que el espíritu tuvo en su principio, por razón del libre albedrío, dió origen a las fuerzas invisibles, a esas vibraciones del bien y del mal.

12-345.33. Los que en el uso del libre albedrío comenzaron a vivir en forma sana, tratando de alcanzar su bienestar y el del semejante, crearon vibraciones saludables, benéficas, y los que, en el mismo uso del libre albedrío desoyeron la voz de la conciencia y se orientaron por las inclinaciones egoístas, propias de su materia, crearon fuerzas maléficas, engañosas.


Podemos afirmar sin lugar a dudas, que el Tercer Testamento tiene un discurso totalmente coherente sobre este tema: el mal proviene del espíritu del hombre, quien desorientado en sus inicios, cayó aletargado bajo la influencia de los instintos de la carne, desoyendo la voz de la Conciencia por su falta de experiencia en la lucha. Así, por virtud del libre albedrío y sin saberlo, el espíritu creó la fuerza del mal, que no es otra cosa que el cúmulo de vibraciones emanadas de los pensamientos, sentimientos, ideas, pasiones, obras y palabras provenientes de todo espíritu materializado, o dicho de otra forma, de todo espíritu dominado por las tendencias de la materia; he ahí la razón por la que el Padre nos previene que cuidemos nuestros pensamientos y palabras porque, sin darnos cuenta, aumentamos la fuerza de las vibraciones maléficas, saturamos de dolor el ambiente y fomentamos las guerras fratricidas , convirtiéndonos en agentes del mal (1-9-26).

El mal es una fuerza universal.- Teniendo en consideración que nuestro plantea no es el único habitado, podemos entender fácilmente por qué el Padre nos aclara que la lucha del bien contra el mal, de la luz contra la tiniebla, es universal (6-156-33).

Vista así, es una revelación sencilla de entender, pero a la vez profunda por sus implicaciones, como las que analizaremos a continuación:

“12-345.34. Unas y otras vibraciones quedaron en el espacio, prestas a aumentar o disminuir su intensidad, según los pensamientos de los hombres, según sus obras posteriores, pero esas fuerzas invisibles, no habrían de quedar aisladas de la evolución de los espíritu, no, discípulos, esas vibraciones quedarían latentes sobre todos los seres, y acudirían a éstos según fueran sus pensamientos y obras.

12-345.35. Los que eran inspirados por la luz de la conciencia, sabían rechazar las malas influencias y buscaban las vibraciones benéficas y saludables, y los que en el uso del libre albedrío hacían obras opuestas al dictado divino, atraían las vibraciones perversas, insanas, aumentando su confusión; y de ese equilibrio provienen las enfermedades y las bajas pasiones que atormentan al hombre hasta vuestros días

12-345.38. Os he hablado del origen de las fuerzas del bien y del mal, ahora os digo: Esas vibraciones habrían de llegar a todos los mundos que habría de formar, para probar a los hijos del Señor; mas con ello, no buscaba vuestra perdición sino vuestro perfeccionamiento.


Lo que estas lecciones nos explican en primer término es que las vibraciones creadas por el espíritu del hombre tienen la capacidad de influir en otros seres y acudir a ellos, según sus pensamientos, obras y palabras, por una suerte de ley de atracción capaz de aumentar o disminuir su intensidad.

También se nos explica que esas fuerzas “no quedarían aisladas de la evolución de los espíritus”, sino que “quedarían latentes sobre todos los seres”, lo que significa que esas vibraciones no se difuminan en el tiempo y el espacio, no; su influencia se mantiene en el Universo y acompaña a los espíritus en su evolución a través de las eras y las reencarnaciones, sin importar el mundo en el que habiten, razón por la que con el tiempo y a medida que crece en número la humanidad y sus imperfecciones, la intensidad de esas vibraciones ha aumentado hasta nuestros días (2-40.63-65).
Ahora bien, el párrafo 38 agrega:

“Os he hablado del origen de las fuerzas del bien y del mal, ahora os digo: Esas vibraciones habrían de llegar a todos los mundos que habría de formar…”

Éste párrafo indica de manera explícita que el mal se extiende a otros mundos, incluso a los que habrían de formarse con el tiempo. ¿Por qué? Porque se trata de una fuerza universal, como ya hemos visto. Entendiendo que existen mundos más antiguos que otros, lo que esta Enseñanza refiere, es que las vibraciones creadas en los primeros mundos habitados, llegarían a todos los planetas que con el tiempo habrían de formarse.

Recordemos que líneas arriba se nos dice que esas vibraciones: “no quedarían aisladas de la evolución de los espíritus”, que “quedaron en el espacio” y “quedarían latentes sobre todos los seres,” lo que significa que su influencia es universal y no desaparece en el tiempo y el espacio, lo que explica su presencia en los mundos que habrían y habrán de formarse.

Ahora bien, ¿las vibraciones del mal tuvieron su origen en el planeta Tierra? La respuesta es no, por la sencilla razón de que nuestro mundo no es el más antiguo del Universo. Cierto que el mal ha anidado aquí y su fuerza es muy grande, pero eso se debe en gran medida a que nosotros mismos hemos alimentado la intensidad de esta influencia, porque nuestras vibraciones son afines a ella, provocando que su fuerza aumente, por virtud de esa ley de atracción que ya comentamos.

B).- Párrafo 12-345.47:

Así llegamos, al controvertido párrafo 47 de la Enseñanza 345, mismo que es del tenor siguiente:

“12-345.47. Decidle que, cuando el hombre apareció sobre el haz de este mundo, ya existían las vibraciones del bien y del mal, y que desde el principio mi justicia sabia y amorosa ha permitido que, tantos espíritus fieles a la luz de la conciencia, como seres guiados por el don del libre albedrío, encarnen en este mundo, unos para restitución de la humanidad, otros para bendición de ella misma. Por eso habéis contemplado en todas las épocas de la vida humana, cómo han surgido grandes espíritus, unos para el bien y otros para el mal; espíritus llenos de poder, llenos de fuerza y cuando habéis visto la aparición de esos espíritus encarnados en hombres haciendo obras bienhechoras, no habéis concebido porqué no todos los hombres son así. Se ha confundido la humanidad considerándolos como seres extraordinarios, que en el mismo tiempo en que otros seres evolucionan tan poco, ellos logran manifestarse con tanta potencia, con tanta luz, con tanto amor, sabiduría o virtud y es que esos espíritus no han venido a nacer o a empezar su evolución en la Tierra, es que son espíritus que se han acrisolado en otros mundos, en otros sitios desconocidos aún para vosotros; es que no han venido entre vosotros a sembrar apenas, sino a traer la cosecha, el fruto cultivado, sazonado por ellos en otros tiempos y en otros sitios; han venido a traer a vuestros labios su sabor, su vida, su esencia y con ellos han inundado vuestra existencia de bienestar; han dado a vuestro espíritu ejemplo y a vuestro corazón humano, fortaleza y báculo. De esos han sido los unos profetas, los otros patriarcas, otros sabios, otros reyes, algunos jueces o maestros; otros han traído la belleza de la Naturaleza, del corazón y del espíritu, para hacer sentir lo hermoso de la Creación a vuestro corazón.”

La primera parte de este párrafo menciona: “Decidle que, cuando el hombre apareció sobre el haz de este mundo, ya existían las vibraciones del bien y del mal…”

Siguiendo el hilo conductor de la Enseñanza 345, es fácil entender que a lo que este párrafo se refiere, es simplemente a que las fuerzas del mal fueron creadas antes de la formación del planeta Tierra, es decir, en mundos más antiguos, y su influencia estaba ya latente sobre los primeros hombres de este orbe, quienes podían “atraer” o “rechazar” dichas vibraciones, según sus pensamientos, actos y palabras. En efecto, el párrafo 35 de esta misma Cátedra dice:

“12-345.35. Los que eran inspirados por la luz de la conciencia, sabían rechazar las malas influencias y buscaban las vibraciones benéficas y saludables, y los que en el uso del libre albedrío hacían obras opuestas al dictado divino, atraían las vibraciones perversas, insanas, aumentando su confusión; y de ese equilibrio provienen las enfermedades y las bajas pasiones que atormentan al hombre hasta vuestros días.”


Esto implica que cuando el hombre apareció en este mundo, las vibraciones del mal ya existían, pues solo de esa forma puede entenderse que los primeros pobladores pudieran “atraer” o “rechazar” dichas fuerzas.

La segunda parte de este párrafo confirma la crónica que venimos revisando, pues alude a aquéllos seres que han venido a la Tierra dando pruebas de adelanto, después de reencarnaciones sucesivas en otros mundos desconocidos para nosotros (ver supra Tercer Aspecto), lo que robustece la tesis de que nuestro planeta no es el único poblado ni el más antiguo en todo el Cosmos, de donde se infiere que las vibraciones del mal fueron creadas en mundos que antecedieron la creación de la Tierra.

Por lo demás, en esta explicación no existe ninguna referencia o indicio que nos haga suponer, como algunos creen, que el pecado comenzó en el Más Allá, ni mucho que hubiese sido a consecuencia de una “guerra” contra Dios encabezada por algunos “ángeles rebeldes”, pues como hemos visto, dicha teoría carece de todo fundamento, no solo en esta Enseñanza, sino en los 12 tomos del Libro de la Vida Verdadera.

Como punto final a este análisis, cabe aclarar que nos hemos enfocado a estudiar el origen del mal, dada su relación con el mito de “Luzbel” o “Lucifer”, sin embargo, no pasa desapercibido que el Libro de la Vida Verdadera también refiere que las vibraciones del bien en el plano material, tuvieron su origen en el espíritu del hombre, es decir, en el Universo material. La explicación es básicamente esta: cuando el espíritu actúa y piensa apegado a la virtud, conforme a los dictados de la Conciencia, emana vibraciones benéficas y saludables, en cambio, cuando piensa y actúa bajo el dominio de las tendencias de la carne, emana vibraciones maléficas y engañosas. Se nos dice que en este tiempo la fuerza que domina es la del mal, de la que se derivan el egoísmo, la mentira, la lujuria, el orgullo, el placer de hacer daño, la destrucción y todas las bajas pasiones (2-40.65), lo que implica que a lo largo de nuestra historia hemos actuado en mayor parte, bajo el influjo de las tendencias de la carne.

Dirán algunos que esto encierra una contradicción, considerando que si Dios es eterno y fuente de todo amor, entonces las vibraciones del bien existen desde siempre. Por supuesto, las vibraciones del bien existen desde antes de la Creación en el Más Allá, pero en el Universo material, es al hombre a quien toca cultivar el árbol de la ciencia del bien y del mal, y recoger el fruto de su cosecha.

Es verdad que por ser hijos de Dios tuvimos nuestro origen en el bien, por tanto, el bien existe desde antes de la Creación. Entonces, ¿Cómo puede ser que la fuerza el mal, siendo creación humana, sea más grande en este tiempo que la fuerza del bien, proveniente de Dios?
Porque el Padre así lo permite, sólo por eso. Dios creó el Universo material para que el hombre se enseñoreara del él y recogiera el fruto de sus actos, ¿y cuáles serían esos frutos, sino los que engendran las fuerzas del bien y del mal cultivadas por el hombre?

Recordemos el significado de la parábola del árbol de la ciencia del bien y del mal, sobre el que nos ilustra el Creador:

“6-150-42. En una parábola divina, inspire a los primeros hombres para que empezaran a tener conocimiento de su destino, pero fue mal interpretado el sentido de mis revelaciones. Cuando se os hablo del árbol de la vida, de la ciencia del Bien y del Mal, del cual comió el hombre, solo se os quiso dar a entender que, cuando el hombre llego a tener conocimiento suficiente para distinguir entre lo justo y lo injusto y comenzó a ser responsable de sus actos, desde entonces comenzó a recoger el fruto de sus obras.”
En ese sentido, también viene a colación la siguiente Enseñanza:

“10-305-42. El amor al mundo, la codicia por el terreno, el deseo de la carne, el deleite de todos los bajos deseos, el egoísmo, el amor por si mismo y el orgullo, fueron la fuerza con que creasteis una vida según vuestra inteligencia y vuestra voluntad humana, cuyos frutos os he dejado recoger para que vuestra experiencia llegue a ser absoluta.”


Esto significa que el bien y el mal existen en este plano por el actuar, el pensar y el sentir del hombre. Dios así lo permite para que el espíritu conozca el resultado de sus obras, no porque el mal en sí mismo, sea una fuerza superior al bien y a la virtud que en última instancia dimanan de Dios.

III).- Enseñanza 01-020.44.
Otro de los párrafos favoritos que suelen citar los partidarios de la teoría de la conspiración celestial, corresponde a la Enseñanza 01-020.44, que dice:

“01-020.44 No creáis que todos retornaron mansos y arrepentidos después de la primera desobediencia. No, muchos llegaron llenos de soberbia o de rencor. Otros avergonzados, reconocieron su culpabilidad, quisieron justificar sus faltas ante mí, y lejos de purificarse con el arrepentimiento y la enmienda, que son prueba de humildad, optaron por crear para sí mismos una vida a su manera; fuera de las leyes que dicta mi amor.”

Son muchos los que a leer este párrafo asumen que “la primer desobediencia” de la que aquí se habla ocurrió en el Más Allá. Nuevamente, dicha interpretación obedece a que no se analiza la Cátedra de manera íntegra.

¿En dónde ocurrió la primera desobediencia? La propia Enseñanza nos lo dice 3 párrafos antes:

“01-020.41 Además del libre albedrío, di a cada espíritu mi luz en su conciencia para que nadie se perdiese, pero los que no quisieron escuchar mi voz o no quisieron penetrar en su interior en busca de la luz espiritual, pronto se dejaron seducir por las innumerables bellezas de la vida humana, perdieron el apoyo de mi Ley para su espíritu y tuvieron que tropezar y caer.”

Claramente se advierte que la primer desobediencia de la que habla esta Enseñanza ocurrió en el plano terrenal, cuando el espíritu encarnado se dejó “seducir por las innumerables bellezas de la vida humana”. Nótese como una vez más, la causa subyacente de la “primer desobediencia” fue el hecho de que el espíritu se dejara dominar por las tendencias de la carne, seducido por las bellezas de la vida humana ante el despertar de sus sentidos.

Por lo tanto, la creencia de que la “primer desobediencia” ocurrió en el valle espiritual, simplemente carece de fundamento.

IV.- Enseñanza 08-237.54. Otra Enseñanza que suele invocarse en apoyo a la teoría de que el mal surgió en el Valle Espiritual, corresponde al párrafo 08-237.54, que a la letra dice:

“08-237.54. Os he enviado a restituir, porque os amo y quiero contemplaros limpios y dignos de Mí. Habéis encontrado el camino sembrado de espinos, como Jesús en el Segundo Tiempo, y es que quiero que me imitéis, que aprendáis a luchar para que en cada victoria que obtengáis, seáis más fuertes. Todo lo he preparado para vuestro beneficio. Todo está hecho según mi amor y mi justicia porque soy Padre y Juez inexorable, que no vuelve atrás en sus determinaciones.”

Esta Enseñanza es la menos indicada para pretender justificar que el mal surgió en el Más Allá. A decir de algunos, lo que este párrafo significa es que si Dios nos envió a restituir, -como lo dice la primera parte- eso implica que antes cometimos pecado en el Más Allá.

Sin embargo, lo que el Tercer Testamento enseña es que, en este tiempo de justicia, hemos sido enviados a restituir porque a través de nuestras reencarnaciones nos hemos manchado en el pecado, más eso no significa que en nuestros inicios hayamos llegado encarnados como pecadores.

01-027.23 Si queréis profundizaros más en el por qué de vuestras pruebas, recordad que estáis en el tiempo de la restitución de todas vuestras faltas pasadas.

El Libro de la Vida Verdadera indica de manera consistente que el espíritu encarnó puro, inocente y libre de pecado:

“4-104-27. Yo os envié limpios a la Tierra y así retornaréis a Mí, ¡Cuanto tendréis que luchar para recobrar la pureza de que fuisteis dotados!

“Yo os envié limpios a la Tierra y así retornaréis a Mí” dice la primera parte de esta Enseñanza, lo que confirma que el espíritu encarnó puro y sin mancha alguna, y continúa: “¡Cuanto tendréis que luchar para recobrar la pureza de que fuisteis dotados!”, lo que implica que fue aquí, en el universo material, en dónde el espíritu cometió pecado por primera ocasión, pues el Padre reclama la pureza original con la que nos envió al mundo y por ello nos insta a retornar a Él limpios, tal como llegamos a la Tierra en un principio.

V.- Reflexión final: Se corre el riesgo de que por esta incomprensión se adulteren las Enseñanzas del Tercer Testamento. Comienzan a proliferar libros que toman el nombre de esta Obra, en los que se distorsiona la esencia de las Enseñanzas Divinas, incorporando el mito de Luzbel. Como depositarios de esta Doctrina, es nuestro deber esclarecer esta confusión y velar por la pureza de esta Doctrina que será Luz para la humanidad.

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